22 May
22May

Introducción

La gestión emocional es un elemento clave a la hora de abordar la crianza de nuestros hijos de forma consciente. Identificar las emociones que experimentamos y, lo que es más importante, saber responder adecuadamente a ellas son tareas que nos acompañarán durante toda la vida. 

Ayer, sufrí uno de esos episodios en los que no sé quién se comportaba de forma más inmadura, si mi hijo pequeño o yo. Permíteme contarte lo que pasó y lo que aprendí de esta experiencia.

La importancia de la gestión emocional en la crianza consciente

Nuestros hijos dependen de nosotros cuando hablamos de la gestión de las emociones. Su cerebro en formación aún está inmaduro y necesitan de adultos de referencia que les guíen en tan arduo camino. Pero, ¿qué ocurre cuando como padres no tenemos la suficiente inteligencia emocional? ¿Cómo influye esto en la crianza que realizamos?

La gestión emocional no es solo una habilidad deseable, es fundamental para una crianza sana y equilibrada. Cuando somos capaces de identificar y manejar nuestras propias emociones, podemos enseñar a nuestros hijos a hacer lo mismo. Así, no solo estamos ayudando a que nuestros hijos sean emocionalmente más inteligentes, sino que también estamos construyendo una relación más fuerte y empática con ellos.

El poder del ejemplo en la crianza

Uno de los canales de crianza más efectivos es el ejemplo. Para nuestros hijos, somos figuras de autoridad, héroes inmortales, maestros de todo y, aunque no nos lo parezca, siempre nos están observando. Nuestra forma de pensar, hablar y actuar tiene incidencia directa en las lecciones que ellos interiorizan. ¿Cómo podemos ayudarles a gestionar sus emociones si apenas podemos llevar las nuestras a buen puerto?

Es crucial recordar que nuestras acciones hablan más fuerte que nuestras palabras. Si queremos que nuestros hijos aprendan a manejar sus emociones de manera saludable, debemos mostrarles cómo hacerlo a través de nuestras propias acciones. Cada vez que reaccionamos de manera calmada y reflexiva ante una situación estresante, les estamos enseñando una lección invaluable.

La anécdota: Un día de descontrol emocional

El día estaba discurriendo en armonía familiar. Todo estaba en orden. De pronto, después de comer, en mi momento de descanso que aprovecho para ver una película tranquilamente sentado en el sofá, mi hijo pidió ayuda para hacer sus deberes de inglés. Ahí estaba el conato de incendio. Podía tomar la opción de apagarlo o avivarlo aún más, y elegí esta última.

¿Qué mensaje me decía cuando esto pasó? Mi hijo va a lo suyo. Pretende que ahora, que le viene bien a él, interrumpa mi momento de descanso cuando esos deberes pendientes podría haberlos hecho en otro momento que me viniera bien a mí. Así que le contesté que ahora no iba a ayudarle, que si quería, más tarde, pero que ahora era mi momento de descansar. Así que cogió sus cosas y se fue a su cuarto enfadado. Él no supo gestionar emocionalmente la situación, pero yo aún menos y, ¿quién era el niño? Creo que ambos.

El asunto es que el fuego se iba avivando en mi interior, y terminé por dejar de ver la película, metiéndome a puerta cerrada en mi dormitorio y permaneciendo tres horas ahí leyendo e intentando desconectar. Sí, esta fue mi forma de regularme. Lo que más me remuerde la conciencia es ese mensaje que mi hijo se llevó: pido ayuda y mis padres no me la dan. O eso es lo que yo interpreto.

Análisis de la situación

Este episodio me dejó pensando en varias cosas. Primero, me di cuenta de que mis expectativas sobre el momento de hacer los deberes eran completamente diferentes a las de mi hijo. Para él, era el momento adecuado para pedir ayuda, mientras que yo lo veía como una interrupción de mi descanso merecido. Esta desconexión de expectativas es algo común en la crianza y puede llevar a conflictos si no se maneja adecuadamente.

Además, me hizo reflexionar sobre mi propia capacidad de gestionar mis emociones en situaciones de estrés. En lugar de abordar la situación con calma y comprensión, reaccioné de forma impulsiva y defensiva. Mi hijo, al ver mi reacción, probablemente se sintió rechazado y confundido, lo cual no es el mensaje que quiero transmitirle.

Estrategias para mejorar la gestión emocional

Gestionar nuestras emociones no es fácil, pero es crucial para una crianza consciente. Aquí algunos consejos prácticos:

  • Practicar la empatía

Intentar entender las necesidades y emociones de nuestros hijos es fundamental. Ponerse en sus zapatos nos ayuda a responder de manera más compasiva y efectiva. Por ejemplo, en lugar de ver la petición de mi hijo como una interrupción, podría haberla visto como una oportunidad para ayudarle a sentirse apoyado y comprendido.

  • Comunicación asertiva

Expresar nuestras necesidades sin desvalorizar las de los demás es clave. Decir "Ahora necesito un momento para mí, pero estaré encantado de ayudarte en una hora" puede cambiar completamente la dinámica. Esta forma de comunicación no solo valida nuestras propias necesidades, sino que también muestra respeto por las necesidades de nuestros hijos.

  • Autocuidado

Tomarse momentos de descanso y autocuidado para evitar reacciones impulsivas es esencial. Reconocer cuándo necesitamos un respiro y darnos permiso para tomarlo nos ayuda a mantener la calma. Esto no significa que siempre debamos poner nuestras necesidades por encima de las de nuestros hijos, pero sí que es importante encontrar un equilibrio.

  • Técnicas de respiración y mindfulness

Incorporar técnicas de respiración y mindfulness en nuestra rutina diaria puede ser muy útil. Estas prácticas nos ayudan a mantenernos centrados y a responder de manera más calmada y reflexiva en situaciones estresantes.

  • Buscar apoyo

Hablar con otros padres, amigos o un terapeuta sobre nuestras experiencias y emociones puede proporcionarnos nuevas perspectivas y estrategias. A veces, simplemente compartir nuestras preocupaciones y escuchar las de otros puede ser increíblemente liberador y útil.

Reflexión final

Es importante perdonarnos a nosotros mismos y aprender de nuestros errores. La crianza es un proceso continuo de crecimiento tanto para los padres como para los hijos. Cada situación desafiante es una oportunidad para mejorar y fortalecer nuestras relaciones.

Perdonarnos y aprender de nuestros fallos nos permite avanzar y ser mejores modelos a seguir.Recordemos que nadie es perfecto y que cada día nos brinda una nueva oportunidad para ser mejores padres. Aprender a gestionar nuestras emociones no solo nos beneficia a nosotros, sino también a nuestros hijos, quienes aprenderán valiosas lecciones a través de nuestro ejemplo.

Conclusión

Gestionar nuestras emociones es esencial para criar a nuestros hijos de forma consciente y saludable. Recordemos que ellos aprenden de nuestro ejemplo y que cada día es una nueva oportunidad para crecer juntos. 

En lugar de dejar que el enfado nos controle, busquemos formas de manejarlo de manera constructiva y positiva.

¿Y tú, merecerá la pena seguir enfadado o es hora de cambiar el enfoque? La próxima vez que te encuentres en una situación similar, respira hondo, practica la empatía y recuerda que cada momento es una oportunidad para aprender y crecer.

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